Hace 60 años, el 12 de abril de 1961, la conocida como carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos llevó al primer hombre al espacio, el cosmonauta Yuri Gagarin.
“Es grato observar que a pesar de la rivalidad y competencia que todavía existe entre las potencias espaciales, al mismo tiempo va evolucionando un espíritu de cooperación internacional”, con el claro ejemplo de la Estación Espacial Internacional (EEI), expresó el astronauta mexicano Rodolfo Neri Vela durante la conmemoración por el 60 aniversario de esta hazaña, organizada por la Agencia Espacial Mexicana.
La EEI fue financiada y ensamblada con aportaciones de Estados Unidos, Rusia, Japón, varios países europeos y Canadá.
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En 2011, la Asamblea general de la ONU declaró el 12 de abril como el Día internacional de los vuelos espaciales tripulados, en reconocimiento del primer viaje de un ser humano al espacio. Y en este mismo día también es el aniversario 40 del primer vuelo tripulado de los transbordadores de la NASA.
De cohetes a cosmonautas
Neri Vela recordó los hitos de la carrera espacial durante los años de la Guerra Fría que llevaron a que la entonces Unión Soviética enviara el 12 de abril de 1961 al cosmonauta Yuri Gagarin a bordo de una cápsula que recorrió una órbita durante un viaje que duró 108 minutos.
Neri Vela recordó al teórico soviético que por sus ideas adelantadas vislumbró desde el siglo XIX acertados detalles de los viajes espaciales mucho antes de que fueran posibles: Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky.
Mencionó también los experimentos con cohetes del estadounidense Robert Goddard y del austro-húngaro Hermann Oberth.
Habló de los satélites artificiales Sputnik de la URSS de 1957, el segundo de los cuales llevaba a bordo a la célebre perrita Laika.
Factor sorpresa en la “carrera espacial”
“Estimados amigos, compatriotas, hombres de todos los países y continentes, dentro de unos minutos una poderosa nave me llevará lejos, al espacio. ¿Qué les puedo decir en estos momentos? Toda mi vida me parece ahora un solo instante magnífico. Ser el primer ser humano en el cosmos y entablar solo un duelo inaudito con la naturaleza. ¿Acaso se puede soñar en algo más?”
Esa fue la última declaración de Gagarin antes de abordar la cápsula Vostok 1 que despegó del cosmódromo de Baikonur aquella mañana.
A diferencia del Programa Mercurio, que se desarrollaba al mismo tiempo en Estados Unidos, cuyos astronautas eran conocidos y objeto de admiración pública mientras eran entrenados y antes de sus viajes espaciales, en Rusia los cosmonautas soviéticos se preparaban en el más absoluto de los secretos, relató Neri Vela, y eran totalmente desconocidos por el público hasta que realizaban sus vuelos orbitales.
Además pocos sabían de la existencia del ingeniero Sergei Korolev, responsable del programa espacial soviético. “Era una carrera y el factor sorpresa podía ser espectacular y contundente”, acotó el astronauta mexicano.
Pero para el momento del lanzamiento, la noticia era ya transmitida en todos los idiomas, la Plaza Roja estaba llena de personas entusiasmadas.
Hasta ese entonces no había certeza de los efectos que la ingravidez podía tener sobre el cuerpo y la mente humanos.
El viaje de Yuri Gagarin comprobó que el ser humano podía sobrevivir en condiciones de ingravidez y más allá de la atmósfera, así como poder regresar a la Tierra sano y salvo.
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Los médicos y los psicólogos tenían muchas dudas sobre la respuesta mental y fisiológica del cuerpo ante un experimento tan estresante y en un medio ambiente totalmente inhóspito.
Como dijo Carlos Morán, subsecretario de Transporte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, el éxito de Gagarin “se convirtió de inmediato en un triunfo universal que ahora ha desembocado en una era de exploración espacial colaborativa a bordo de la EEI”.